La inserción social y laboral de las mujeres víctimas de violencia machista desempeña un papel esencial en su proceso de salida de la violencia. Es la mejor forma para garantizar su autonomía económica, la recuperación del control sobre sus propias vidas y el fortalecimiento de sus derechos.

El empleo, que se constituye como la principal fuente de ingresos económicos, es la puerta de entrada a los derechos sociales derivados de la participación en el mercado laboral (prestaciones de desempleo, pensiones de jubilación, etc.) y determina las trayectorias vitales de las personas, siendo un factor clave para la autonomía económica de la que, en muchas ocasiones, se ven privadas las mujeres víctimas de violencia machista.

Pero, además, el acceso normalizado a un empleo permite a estas mujeres retomar sus vidas alejadas de la situación de violencia y maltrato, ampliar su red de contactos y desarrollar sus habilidades sintiéndose útiles y conscientes de su valor inherente como personas. En definitiva, para ellas, el acceso normalizado a un puesto de trabajo es esencial para su recuperación emocional y, por supuesto, económica.